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"La separación de Panamá hizo que Colombia se ensimismara y aislara del escenario internacional"

La separación de Panamá, el 3 de noviembre de 1903, no suele ser un tema de reflexión entre los colombianos: ni sus causas ni sus consecuencias están en la agenda cada vez que surge el dato histórico. Sin embargo, en el análisis que académicos e intelectuales hacen de lo que algunos llaman "la pérdida de Panamá" se lee cada vez más una lectura crítica. Y entre ellos está la tesis de Sandra Borda, una politóloga experta en relaciones internacionales que escribió un libro en 2019 titulado "¿Por qué somos tan parroquiales?".

En el ensayo de 130 páginas la profesora de la Universidad de los Andes argumenta que la separación de Panamá fue un punto de inflexión en la manera como los colombianos, sobre todo sus gobernantes, se percibían a sí mismos y ante el mundo. "Nuestro trauma internacional de comienzos de siglo trajo como resultado una sociedad, una clase política y un Estado ensimismados, introvertidos y asilados", se lee en el libro publicado por la editorial Planeta. ¿Por qué se separó Panamá de Colombia? Fueron varios factores importantes. Por un lado, había una Guerra interna en Colombia (la "Guerra de los mil días") y eso dificultó que el Estado, como ha pasado siempre, tuviera presencia en lugares apartados como Panamá, donde el ejercicio de soberanía era limitado. Cada vez que hubo disturbios allá, de hecho, Colombia tuvo que acudir a la ayuda de Estados Unidos para contenerlos. Y claro, Estados Unidos tenía intereses estratégicos allá, porque durante todo el siglo XIX tuvo lugar la colonización del occidente estadounidense y en ese momento era más fácil viajar de oriente a occidente por mar que por tierra, entonces el interés de tener acceso al Canal era clave. Estados Unidos intentó tramitar estos intereses a través de lo diplomático y Colombia estaba tratando de jugar a dos bandas, con europeos y estadounidenses, para la construcción del Canal. Pero llegó un momento en el que Washington perdió la paciencia y decidió contribuir con el proceso independentista panameño para no tener que lidiar con las ambivalentes élites políticas colombianas en la construcción del Canal. ¿Cuáles fueron las consecuencias de la separación? Una de las principales fue que Colombia hizo un tránsito muy abrupto y radical en su participación en el sistema internacional, que pasó de ser muy activa a todo lo contrario. En el siglo XIX un secretario de Estado llegó a decir que Colombia iba a ser una potencia diplomática estratégica y activista para los intereses de Occidente. Pero después de la pérdida de Panamá, Colombia pasó a tener un perfil mucho más bajo, menos notorio y asumir lo que el académico estadounidense Bruce Bagley llamó el "enanismo autoimpuesto", que es una forma de caminar sin hacer ruido, sin llamar la atención, y enfocar la política exterior en el tema económico, evitando el protagonismo internacional. Y luego ese fue el patrón de comportamiento de Colombia durante todo el siglo XX: en vez de ponernos a jugar a las grandes estrategias hegemónicas, demos por terminada la controversia con EE.UU. tras la independencia de Panamá y pasemos al respeto casi reverencial hacia la potencia. Entonces, sí, la separación de Panamá hizo que Colombia se ensimismara y aislara del escenario internacional. ¿Cómo se veían los colombianos en el siglo XIX y cómo en el siglo XX? Más que los colombianos, hablaría de las élites. Y es que mientras en el siglo XIX las élites se percibían como un grupo versado en temas internacionales, con capacidad de acción y construcción de alianzas, en el siglo XX tuvieron menos pretensiones internacionalistas y se dedicaron a actividades muy puntuales en función de cosas puramente domésticas. Usted habla de una ausencia de identidad nacional. ¿Cómo cree que se intentó suplir ese vacío? A diferencia de otros países latinoamericanos, a Colombia le costó construir un relato hacia afuera. Hacia adentro quizá sí los había, pero hacia afuera, y sobre todo en lo político, el único rasgo que logramos construir es esta idea de socio estratégico en la región. Incluso esa identidad que se construyó a principio de siglo XX sobre que éramos un país institucionalista que respetaba las normas se fue desvaneciendo hasta el punto de que se desapareció en la transición de siglo. Claro, esta idea del socio especial tuvo varias versiones: por ejemplo, durante el gobierno de Álvaro Uribe se habla del "Tony Blair latinoamericano", en referencia a la tercera vía, ni derecha ni izquierda, que propuso el primer ministro británico en los 90. También se comparaba la relación de Colombia con EE.UU. con la de Reino Unido con EE.UU. Habla de una sociedad que se piensa o "el mejor vividero del mundo" o "un platanal". ¿De dónde sale esta autopercepción dicotómica? Hemos sido un país que ha pasado por muchos extremos y ha construido una visión así de sí mismo. Por un lado, se piensa como el país más biodiverso, el más hermoso, el mejor para hacer turismo natural, el lugar donde la naturaleza es más virgen. Y por el otro también nos hemos definido internacionalmente como país problema. El mismo presidente Ernesto Samper (1994-1998) nos bautizó en el escenario internacional como el país "en el ojo del huracán". Y esto en general se ha dado por una búsqueda de recursos y ayudas para luchar en contra del narcotráfico y las guerrillas y defender los derechos humanos y lidiar los demás asuntos turbulentos de nuestra agenda. Ese movimiento pendular entre el mejor y el peor país ha sido una herramienta para lograr objetivos estratégicos a nivel internacional. No es un sambenito que nos pusieron: es una idea que nosotros mismos hemos construido. Y eso, alguien tendrá que estudiarlo algún día, seguro ha tenido a un efecto sobre la psiquis colectiva. Pero en todo caso sí ha contribuido a que prefiramos no pensarnos en el escenario internacional, a mantener una brecha grande entre lo internacional y nosotros, quizá para proteger la autoestima. ¿A quién le convenía esa sociedad parroquial? ¿A qué atribuye el interés de apuntar hacia eso? Pues es algo que no termino de tener claro. Creo que, por un lado, sí, había una parte de la élite colombiana que creía que le convenía que la sociedad no estuviera en contacto con el mundo porque es algo que permite el manejo de la información falsa, la manipulación; permite también una ausencia de comparación con el otro y por ende permite tener pocos referentes para entender el país y cuestionar el estatus quo, que beneficiaba a unos pocos. Entonces, parte de eso creo que existió, pero también creo que hoy en día es imposible: de los 90 para acá, con la globalización, tratar de controlar el contacto que tiene la sociedad con el mundo es imposible. La gente hoy consume más información internacional que nacional. Y no solo hablo de noticias, sino de espacios especializados. Y parte de la crisis por la que está pasando la élite colombiana es esa incapacidad de controlar el relato. Ya no pasa eso que el presidente se iba por el mundo y llegaba con una narrativa nueva sobre lo que está pasando. Ahora la gente se construye su propio relato del país, del mundo y de la relación entre ambos. Ahora puedes recibir notificaciones de Mundo Noticias. Descarga la nueva versión de nuestra app y actívalas para no perderte nuestro mejor contenido.