Los poderosos radicales de derecha están poniendo a prueba los controles y equilibrios democráticos tanto en Israel como en EE.UU.
Las críticas de la Casa Blanca a Israel después de que su coalición de derecha se embarcara en un plan para atacar el Poder Judicial está generando un nuevo tipo de turbulencia en una de las amistades más antiguas de Estados Unidos.
Este lunes, el Parlamento israelí aprobó una controvertida ley que despoja a la Corte Suprema de su poder para bloquear las decisiones del Gobierno, lo que provocó protestas. La medida, distinta de las disputas sobre la construcción de asentamientos o Irán –que a menudo sacuden la alianza entre Estados Unidos e Israel–, y contra la cual la administración Biden se pronunció repetidamente, es la primera etapa de una reforma judicial más amplia impulsada por el Gobierno del primer ministro Benjamin Netanyahu que los críticos temen que podría darle un poder ilimitado. Muestra que Israel, al igual que Estados Unidos, está experimentando una era de políticos de derecha que buscan flexionar agresivamente el poder y poner a prueba las restricciones democráticas consagradas.
Es probable que el drama empeore aún más la relación de larga data, pero cada vez más frágil entre el presidente Joe Biden y Netanyahu. El líder estadounidense ha hecho de la salvaguardia de la democracia en EE.UU. y en el extranjero un valor central de su presidencia.