Se enamoraron en la nieve y ahora ella es una embajadora de Argentina en internet
Sarah Lindauer tenía 22 años y había terminado la universidad un año atrás. En ese momento, los días se hacían largos para la joven creadora de contenidos estadounidense.
La sola idea de pensar en establecerse en un trabajo convencional agobiaba su mente. Sarah le dijo a que sentía como si padeciera el “síndrome del impostor, como si tuviera miedo, como si no fuera capaz de hacerlo”.
Aunque le daba miedo, siguió adelante. Igual que otros recién graduados en su natal Denver, Colorado, decidió emprender una aventura que hoy define como “fortalecedora y de autodescubrimiento” en el extranjero.
"Compré un boleto de ida a Nueva Zelandia, sin saber qué me esperaba", recuerda con asombro, casi como si lo viviera otra vez.
La tierra de los kiwis, Islandia y Australia fueron su hogar mientras duró su visa de trabajo y vacaciones. También fueron las chispas que encendieron aún más su pasión por los viajes y un estilo de vida alejado de una oficina donde el reloj te marca que debes estar de 9 a 5.
En 2018, de regreso en Colorado, Sarah consiguió un trabajo en un centro de esquí en Breckenridge.
Aunque la temporada ya estaba avanzada, le permitieron sumarse al equipo. “Ahí es donde la historia se pone realmente buena”, dice con brillo en los ojos.
Desde el primer día, algo más que la nueva rutina mantuvo ocupada la atención de Sarah.
“Llegué como a las 7:30 de la mañana. Caminé hacia la reunión del equipo, sin conocer a nadie, y recuerdo ver a un chico argentino alto (…) simplemente, pensé que era un ser humano hermoso”, asegura.
Sarah comprendía muy poco el español. En el pasado, había considerado hacer una estancia estudiantil en Argentina, pero por azares del destino eligió España.
Al escucharlo, supo que la lengua materna de su nuevo y atractivo compañero de trabajo no era el inglés: “Cuando hablaba, notaba que tenía acento. Pero nunca había estado en Argentina, así que no sabía de dónde era su acento”.
Luego de un primer día de intercambiar varias miradas, pero ninguna palabra, Sarah recuerda cómo supo el nombre de su futuro esposo.
“Cuando era su descanso para almorzar, yo iba a reemplazarlo en la boletería. Y recuerdo ver en la lista que tenía que reemplazar a un tal ‘Nico’. Y pensé: Nico, ¿qué tipo de nombre es ese?".
Ahora, tras cinco años de estar radicada en Olivos, una localidad a poco más de 17 km del centro de la ciudad de Buenos Aires, Sarah dice que aprendió lo común que es el nombre Nicolás —o Nico, en línea con la tradición tan argentina de acortar cariñosamente todos los nombres— en su nuevo país.
Nico es Nicolás Colson (29), un ejecutivo que se desempeña como gerente de Operaciones de Negocios en su natal Buenos Aires.
Cuando conoció a Sarah, dice ella, recurrió a una clásica técnica de chamuyo (coqueteo) argentino: “Actuar con calma y no coquetear conmigo ni hablarme”. Pero ella cree que Nico también se puso nervioso cuando en el instante en el que se vieron por primera vez quedaron como “hipnotizados el uno con el otro”.
Los días pasaron, las charlas avanzaron y el amor creció al punto que llevó a Sarah a tomar una decisión que, como la del viaje a Nueva Zelandia, cambiaría de nuevo su vida. Tras dos meses de noviazgo, ambos empacaron sus maletas y compraron un vuelo sin boleto de regreso rumbo a Argentina.
Sarah describe a Nico como alguien carismático, guapo y cercano a su familia. Podría decirse lo mismo de ella. Con la frescura de su juventud (30), pero con tono decidido y la mirada fija con sus grandes ojos azules, relata cómo ha sido vivir estos años a más de 9.500 km de su hogar en Estados Unidos.
Aunque en sus descripciones expresa el gran amor que siente por Nico, no edulcora para nada su relato. “No creo en el amor a primera vista, porque para mí el amor es trabajo. Es sacrificio”, dice al recordar cómo han construido una familia bicultural junto a Nico.
Nico le propuso matrimonio a Sarah en febrero de 2022. Para la creadora de contenidos fue una gran oportunidad para reunir 80 invitados estadounidenses, entre familiares y amigos, en la ciudad que ahora considera un hogar.
En marzo de 2023 se celebró la boda, un evento muy especial después de las difíciles restricciones de circulación durante la pandemia de covid-19 en todo el mundo.
“Mi familia y amigos quedaron enamorados de la boda con estilo argentino”, dice. Se refiere a rituales como la gran entrada de los novios a la fiesta al ritmo de su canción favorita, el DJ, humo artificial, la famosa “mesa dulce” a la madrugada y el baile hasta el amanecer.
“Fue una boda un poco híbrida porque terminamos a las 2 a.m., lo cual sé que para los estándares argentinos es un poco temprano, pero para nosotros ya era muy tarde”, dice. Aunque recuerda entre risas que “a las 2 de la madrugada, había más estadounidenses en la pista de baile que argentinos”.
Sarah reconoce que vivir lejos de su país implica varios desafíos. Sobre todo, porque extraña a su familia y algunas costumbres y lugares que disfrutaba en Colorado.
Pero se considera una persona afortunada al haber elegido a Nico como pareja y a Argentina como su hogar. A través de sus redes sociales, Sarah asesora a otros nómadas digitales angloparlantes y se ha convertido en una suerte de embajadora de la cultura de la tierra de Messi, Maradona, el tango, el asado y el dulce de leche.
Incluso, se ha interesado por el fútbol y ya es socia de River Plate como Nico. “He aprendido a amar el deporte (…) Y, por supuesto, estar aquí para el Mundial fue irreal y me permitió apreciarlo aún más profundamente”.
El cariño de Sarah por la argentinidad trasciende las fronteras del estadio Monumental. También se considera una gran seguidora de Soda Stereo y de Gustavo Cerati, quien la acompaña todos los días en el desayuno y las meriendas en forma de una de las calcomanías que tiene pegadas en el termo que usa para tomar mate.
Otro cambio radical para esta “yanqui en Argentina”, como se autodefine sonriente, fue volver a comer carne. Antes vegana, optó por probar los famosos asados, aunque se considera más amante de la provoleta que de cualquier otro platillo sudamericano. “Podría comerla a diario por el resto de mi vida”, segura.
Sarah se siente “muy agradecida” de haber elegido vivir al sur del continente y “aprender de los argentinos, porque realmente creo que es la cultura más hermosa del mundo”.
Con un español claro que refleja su esfuerzo al estudiar el idioma y un acento tan argentino que se asemeja al de Anya Taylor-Joy, Sarah despide con un “chau” al equipo de de la casa que comparte con Nico en Olivos.